Lo que actualmente sucede en el Ayuntamiento de Guaymas, es como si se estuviera reproduciendo unas de las múltiples escenas de la película de Luis Estrada filmada en 1999; “La ley de Herodes”, donde la alcaldesa Sara Valle – que bien podría llevar el apellidoVargas, en alusión al personaje de la mencionada película: Juan Vargas –, hace lo que quiere e impone su ley.
Durante la sesión de Cabildo llevada la tarde de ayer martes, se evidenció una vez más que sólo los chicharrones de la presidente municipal truenan. Por supuesto, no sucediera así, de no contar con las complicidades de un sector muy bien identificado de abyectos regidores, que como focas aplaudidoras, todo le festinan a la primera autoridad.
Es increíble, que a pesar de enterársele vía Ley de Gobierno y Administración Municipal del Estado de Sonora –porque aunque haya leído la ley de marras, no le importa-, ella, montada en su macho, ignorando a quienes así se lo hace saber, se brinca las vallas y su imposición es de facto.
Sara Vargas está mirando el diluvio y no se arrodilla. No ha entendido o no quiere entender que todo lo que está haciendo, la convierte en responsable directa de las consecuencias, que para mala fortuna, desde hace tiempo, estamos inmersos la población en su conjunto. Y no hablo sólo de la inédita violencia que estamos padeciendo, sino de todo en general. Me refiero a todo aquello que sus allegados le han votado a favor a pesar, insisto de ser absolutos actos ilegales.
¿De verdad no habrá alguien que le ponga un alto? Ya todos inferimos el sentido de la votación cuando se pone a “consideración” algo que va en contra del beneficio colectivo, pero en obvio beneficio personal. Los regidores de siempre pondrán a disposición del gobernante, la bandeja servida.
Y es que en cada reunión, los escándalos crecen en grado superlativo. De la penúltima sesión, aún queda la mefitidez del presunto cohecho del millón de pesos, transa que se comprobó vía admisión en grabaciones de los propios impropios; mientras que en la sesión de Cabildo de ayer – por cierto extraordinaria –, la imposición del nuevo comisario de policía, fue muy evidente.
Por esos actos y otros más, ya a nuestro querido puerto se le podría conocer como Guaymas de los Sahuaros, cuyo gobernante Sara Vargas cual si fuera el viejo oeste, impone su ley no importándole violentar sistemáticamente los reglamentos. Al fin y al cabo, con los súbditos títeres que siempre levantan la mano para aprobar todas las ilegalidades, le basta.
Pobre de Guaymas que cada día la población se ve sumida en la ignominia con esa clase de alcaldes. Ojalá vengan tiempos mejores.
Acápite: Troles, ahí les va chamba. Desquiten su miserable bajeza y defiendan con argumentos sustentables lo que los yerros de su alcaldesa les hacen pelear. Pobres diablos, todos.